La obra fundacional de Darío – Azul… (Valparaíso, 1888)- se concibió, se gestó y se publicó en Chile. “Aquí vivo –dice Rubén- aquí trabajo, aquí lucho, aquí aprendo los libros en el propio combate, aquí he triunfado…” Y hablando de su experiencia chilena, agrega: “A Chile le agradezco una inmensa cosa: la iniciación de la lucha por la vida. Nunca podré olvidar que allí pasé algunas de las más dulces horas de mi vida, y también de las más arduas, pues en Chile aprendí a macizar mi carácter y a vivir de mi inteligencia”.
¿Y cuál era ese ambiente chileno y su lucha por la vida? Chile y los valores capitalistas. Es un país que vive, a la llegada de Rubén en 1886, un momento histórico singular. Con la llamada Guerra del Pacífico (1879-1884) sostenida victoriosamente contra Perú y Bolivia –como nos recuerda el maestro Coloma- Chile ha conquistado el monopolio del salitre, elemento indispensable entonces para la fabricación de explosivos y necesario para la agricultura. Esta circunstancia (la riqueza del salitre) transforma las relaciones sociales y las costumbres, y mientras los pobres viven mal, las clases pudientes llevan una vida de ostentación y despilfarro. Y nuestro poeta, inserto en ese ambiente de contradicciones sociales, tiene que luchar y destacarse entre los escritores venidos de París o Londres, formados para satisfacer los gustos de las burguesías locales.
A ese ambiente, Darío tiene que enfrentarse como hombre de letras. Ambiente polarizado socialmente, cuyos extremos Rubén conoció a través de sus contrastantes experiencias porteñas. Así, en Santiago establece amistad con Pedro Balmaceda Toro, el hijo del presidente Balmaceda, y por su influencia se relaciona con intelectuales chilenos y franceses, asiste a funciones en el Teatro Municipal, recorre las avenidas de los palacios de los millonarios, y en Viña del Mar hasta “almorzó con el Presidente”.
Pero el joven poeta vio de largo el panorama. “La alta sociedad es difícil conocerla a fondo”, afirmó más tarde, porque “es seria y absolutamente aristocrática”. En efecto, la capital chilena vivía el derroche de la ciudad burguesa moderna: la preferencia por los objetos de lujo, la tendencia a la recreación de los sentidos y la vida superficial, y al desmesurado consumo de bienes suntuarios. Y a Darío, un escritor marginado por el sistema, le estaba vedada la posesión de tan jactanciosa magnificencia.
En Valparaíso, en cambio, su amistad con el doctor Galleguillos Lorca, médico y líder de los obreros, le permite conocer de cerca a los harapientos y humildes estibadores del puerto, con quienes se identifica plenamente. De ahí su denuncia en algunos de los cuentos de Azul… de esa realidad que explota y discrimina al trabajador y al artista. En “La canción del oro”, Darío se identifica con el harapiento, pues como afirma él mismo, “es un mendigo o un poeta”; y en “El rey burgués” nos habla de las calamidades del poeta -que como rara especie de hombre – muere de frío asido al manubrio para divertir al pomposo rey.
No obstante, Darío reacciona frente a esta sociedad con una “actitud ambivalente” –como explica Jorge Eduardo Arellano en su Azul… de Rubén Darío: “… celebrando y denunciando, al mismo tiempo, las transformaciones sin precedentes del mundo material y espiritual, rechazando tal sociedad que lo marginaba y reflexionando sobre ella que le deparaba no sólo la libertad artística, sino también la posibilidad de nuevas y complejas experiencias”.
Disímiles y variadas son las opiniones de los críticos en torno al tema central de esta obra. Juan Valera afirma en la citada Carta-Prólogo: “Si se me preguntase qué enseña su libro de usted y de qué trata, respondería yo sin vacilar: no enseña nada, y trata de nada y de todo. Es obra de artista, obra de pasatiempo, de mera imaginación”.
El propio Rubén, en Historia de mis libros, dice que “es una producción de arte puro, sin que tenga nada de docente ni de moralizador”.
Pero un crítico, Noel Salomón sostiene que “el afán renovador en la forma de la escritura” tiene una profunda vinculación con la inconformidad y la insurgencia de Darío contra una sociedad injusta y por lo mismo condenable.
Y Jorge Eduardo Arellano, apoyado en Ricardo Gullón, agrega que el tema principal de (los cuentos de) Azul... es “la lucha del hombre contra la sociedad”, y ese hombre no es más que el artista, pues “el poeta está en esos cuentos como personaje y como autor”.
Inconformidad e insurgencia se traducen en una crítica social expresada más claramente en los cuentos de Azul... en los que predomina, como anota Fidel Coloma, “un tono irónico y la organización a manera de parábola”. Y agrega el estudioso dariano: “Lo fantástico o lo maravilloso intervienen como máscaras para presentar problemas morales” como en “La ninfa”, “El rubí”, “El palacio del sol”, en los que personajes fantásticos “sirven de disfraz a figuras humanas” que hacen referencia a la realidad; así, en “El rubí” el gnomo se enamora de una mujer y para “retener” su belleza la toma prisionera.
Pero es en “El fardo” en el que Rubén manifiesta su crítica social más crudamente, al presentarnos el ambiente portuario de Valparaíso, en donde los estibadores se enfrentan sin esperanza a una lucha contra la miseria. Dice Rubén sobre el hijo del tío Lucas y la miseria del estibador: “El muchacho era muy honrado y muy de trabajo. Se quiso ponerlo a la escuela desde grandecito; pero ¡los miserables no deben aprender a leer cuando se llora de hambre en el cuartucho!”
En “La canción del oro”, como vimos, el poeta se identifica con el “harapiento” que comparte su “último mendrugo de pan petrificado” con una mendiga; y en “El rey burgués” “el pobre diablo de poeta”, con “una sonrisa amarga en los labios”, muere de hambre y de frío dándole vueltas al manubrio de una caja de música.
Pero en “El velo de la reina Mab”, a los cuatro artistas que no encuentran asidero en la sociedad burguesa, Rubén les ofrece una salida para sus sueños y esperanzas de gloria: la reina Mab con el velo envolvió a los flacos y barbudos hombres, quienes abandonaron su tristeza porque –como afirma Arellano- penetró en su pecho la esperanza y la vanidad, que “consuela en sus profundas decepciones a los pobres artistas”.
La canción del oro, El rey burgués y su relación bíblica
19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
La diferencia entre los dos hombres es notable. Uno vive suntuosamente y disfruta de todas las comodidades humanas como también prestigio; el otro está en vil pobreza, está enfermo, y está ansioso por participar en el más exiguo residuo de sustento de la mesa del hombre rico. Verdaderamente ellos están en extremos opuestos del espectro social. Las migajas pueden referirse a la verdad espiritual.
Este pobre humilde nunca es invitado al banquete. En Romanos 11:9-10 Pablo usó el símbolo de la mesa para demostrar que los Fariseos creían que su prosperidad era una señal de las bendiciones de Yahweh. Por su actitud, su prosperidad llegó a ser una maldición.
Fragmennto tomado de https://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/66205-azul-contexto-historico-social-tema-central/